Han pasado más de tres meses desde que los combatientes palestinos demostraron a las fuerzas de ocupación israelíes que unos meros animales humanos que se niegan a ser exterminados pueden hacer daño a un opresor tecnológica y militarmente superior, tanto en lo material como en su orgullo. Las bombas continúan cayendo y el pueblo palestino sigue heroicamente resistiendo. Mientras tanto, en un tribunal de pantomima, la burguesía lava sus penas mientras debate sobre si al genocidio en curso se le puede llamar así, o si bien solamente es un ejercicio de autodefensa que consiste abiertamente en la limpieza étnica de la Franja de Gaza; todo mientras la tropa colona farda abiertamente de sus crímenes en TikTok.
Aun así, sigue sonando con fuerza la panacea de los dos Estados, la vuelta a las fronteras de 1967, o como cada uno se sienta más cómodo llamándolo. Pedro Sánchez, en su postureo frente a Netanyahu, nos recuerda cómo la hipócrita solución de los dos Estados consiste en jugar a dos bandas: lanzar discursos sobre el reconocimiento del Estado de Palestina y mantener la compraventa de armas con el Estado de Israel, o rechazar integrarse en las operaciones de los Estados Unidos contra las sanciones comerciales de los hutíes (que, y de esto deberíamos tomar nota los revolucionarios, justifican para el imperialismo replicar a «semanas de retrasos en los tiempos de envío de productos» con más de 150 misiles)… para impulsar que Europa organice las suyas propias o, tras un tiempo de remoloneo, unirse de todas formas. En tanto que el Estado sionista fue construido con el fin explícito de servir como baluarte del imperialismo occidental frente a la revolución proletaria y ha continuado sirviendo como avanzada permanente en Oriente Próximo, es natural que su protección resulte irrenunciable para la clase capitalista (o la nobleza, o el clero, ahí tenemos a Felipe VI y al papa Francisco). Esta es la esencia de lo que nuestra burguesía nos está proponiendo insistentemente, cuando ya es palpable el resultado de esta política: la conservación de un Estado cuya identidad es el mismísimo apartheid colonial, bajo la vigilancia de una permisiva comunidad internacional que en el mejor de los casos frunce el ceño frente a la violación sistemática de las fronteras acordadas e incluso ante el genocidio, únicamente conduce a la solución final para la población árabe en Palestina.
Por esto, los comunistas debemos recuperar nuestra perspectiva de clase independiente, recordando que frente al capitalismo imperialista —y, en particular, frente al niño mimado del bloque euroatlántico— no podemos esperar milagrosas soluciones inmediatas. Tampoco podemos confiarle la resolución democrática del conflicto a una burguesía palestina (en el pasado Al Fatah, desde hace más de una década Hamás) que, por su concepción del mundo y posición de clase, se ve abocada a subordinar la independencia nacional y el movimiento de masas que ella misma encabeza a la negociación y el pacto con las burguesías regionales y el propio sionismo. Al contrario, la política revolucionaria requiere identificar y construir las mediaciones necesarias para que el proletariado, desnortado desde el cierre del Ciclo Revolucionario de Octubre, pueda alzarse de nuevo como sujeto revolucionario efectivo, esto es, reconstituir el Partido Comunista.
En las condiciones presentes de creciente agudización de las contradicciones interimperialistas, las tareas actuales de los comunistas deben incluir una defensa aún más fuerte del internacionalismo proletario hasta sus últimas consecuencias. Esto implica la solidaridad con los pueblos oprimidos y su legítima resistencia, la denuncia y lucha contra nuestro propio Estado burgués imperialista, y la plena consciencia de la unidad e indivisibilidad de la causa histórica y emancipadora del proletariado, incluyendo al proletariado palestino y, sí, también el israelí, que solo podrá saldar su deuda histórica volviendo las armas contra toda la maquinaria sionista. Solo una transformación radical del movimiento de masas del oprimido pueblo palestino, alzándose en guerra popular en alianza con el proletariado del Estado opresor israelí, podrá generar un genuino movimiento democrático revolucionario, superador del estrecho marco nacional, capaz de enviar al régimen sionista al vertedero de la historia. Las experiencias revolucionarias del pasado Ciclo de Octubre y el presente colonial de Palestina convergen en recordarnos cómo únicamente poniendo en primer plano, aquí y ahora, esta conciencia internacionalista, será posible acometer consecuentemente la reconstitución ideológica y política del comunismo como parte integral del proceso de relanzamiento de la Revolución Proletaria Mundial.
¡Abajo el Estado sionista!
¡Viva el movimiento de liberación nacional palestino!
¡Impulsemos el internacionalismo proletario!
* Octavilla elaborada y repartida por militantes comunistas, con cuyo contenido estamos fundamentalmente de acuerdo ─Comité por la Reconstitución.